Noti- Economia: Bea Rodríguez: «Comer (mal) es una forma inconsciente de calmar nuestras emociones»
¿Emociones y alimentación? Si, ambas cosas jamás estuvieron más conectadas. Empiezo con una cita:
«Tras leer este libro que tienes en tus manos, me acordé de uno de los episodios más complejos de mi vida. Pero, a la vez, mi renacimiento. El punto donde todo cambió. El proceso por el cual salud, trabajo, equilibrio y necesidad de tomar decisiones críticas para cambiar de vida se imponían. Este libro de Beatriz te enseña a que la alimentación no tiene nombre —raro— de una dieta. Que el trabajo y nuestros hábitos determinan nuestro bienestar. Y que no hay nada en nuestras vidas que se pueda tomar como una pieza de un puzle separado. Todo está conectado y con esa complejidad debemos trabajar. Este libro te ayudará a ser consciente, de verdad, de que cada vez es más importante nuestra conexión mente-cuerpo, construir hábitos, deshacerse de mucha toxicidad humana de la que estamos rodeado, autocuidarnos, controlar el ego y convertir la alimentación en un estilo de viva que da placer, fuerza y energía para lograr todo lo demás».
Así comienza el prólogo que escribí para el libro de mi admirada Beatriz Rodríguez, El Peso del Hambre Emocional, publicado por Orpheus, ediciones clandestinas. Bea estudió Nutrición Natural y Holística en Madrid, y también Nutrición Integrativa en Nueva York. Pero, ante todo, es una profesional con una larga trayectoria que mima hasta el último detalle para aportar mucho valor a sus clientes: ideas frescas, sensatas, conocimiento en estado puro, preguntas, argumentos técnicos y poco sectarismo, muy habitual cuando alguien habla de alimentación, dietas o similares.
Acabo el prólogo diciendo: «todo está conectado con la alimentación. Saberlo, reconocerlo, trazar ideas y estrategias te cambiará la vida, y podrás domar a tu gorila».
Aquí un extracto de nuestra conversación sobre el proceso de publicar su primer libro.
—Bea, ¿por qué has dado el paso de escribir este libro?
Quizás mi mayor motivación es cambiar una realidad que observo todos los días: muchas personas todavía se centran solo en la alimentación para perder peso. Pero entender cómo afectan nuestros pensamientos a cómo nos sentimos y cómo actuamos es fundamental, porque todo ello está asociado a una buena regulación hormonal y a una buena respuesta de nuestros neurotransmisores. Y, en definitiva, cuidar todos estos aspectos también es determinante, junto a la alimentación, para lograr tener un peso adecuado.
En este libro trato de divulgar, precisamente, este mensaje, y explicar la necesidad de hacer cambios a todos los niveles si lo que quieres es bajar peso y estar siempre bien.
—¿Qué es eso de hambre emocional?
Hambre emocional es cuando de forma impulsiva recurrimos a la comida según nuestro estado anímico.
Normalmente el estrés es uno de los principales factores que nos hacen comer de forma impulsiva y emocional. E, incluso, nos conduce a darnos atracones. Pero también es muy frecuente recurrir a la comida cuando en momentos de aburrimiento, soledad, tristeza, baja autoestima y muchas otras emociones más.
—En el último libro de Johann Hari explica cómo una vida plagada de distracciones, estrés e impulsividad nos lleva a que nuestro organismo siempre esté alerta, comamos mal (comida con más azúcar, más calórica y, en general, cualquier cosa que haga obtener al organismo energía para actuar ante un estrés que no deja de mantenernos siempre alerta). Aunque lo has introducido en la pregunta anterior, ¿Cómo es la relación entre lo que comemos y nuestro nivel de estrés?
Así es, todo parte de una mala gestión de nuestras emociones que nos hacer generar ansiedad. Esto nos conduce a comer más de la cuenta o de forma inconsciente y acabamos por sentirnos culpables o avergonzados, lo que nos genera más ansiedad y menos autoestima.
Lo cierto es que nadie nos enseña a gestionar bien esa ansiedad que le dice al cuerpo que estamos en peligro de forma constante.
Comer se ha convertido en una forma inconsciente de evitar enfrentarnos a nuestras emociones. Las ocultamos con comida o con cualquier otro elemento distractor. Sin darnos cuenta de que con ello solo obtenemos un placer momentáneo. Después, la ansiedad seguirá estando ahí, pero a esa ansiedad hay que sumarle los efectos de una alimentación deficiente en calidad y nutrientes.
—¿Por qué tu propuesta es ir más allá de una dieta concreta?
Nos cuesta mucho, quizás por su aluvión, colocarnos fuera de la “mentalidad de dieta”. Pero es fundamental entender que, si queremos perder peso, no podemos centrarnos solo en los kilos de más, restringirnos o prohibirnos comer. Eso, por sí sólo, no genera resultados de largo plazo, es decir, sostenibles. No podemos dejar de lado nuestras emociones.
Por eso tenemos que ir más allá y entender —de forma consciente— qué comemos, por qué y cómo lo hacemos. Más aún, por qué necesitamos hacerlo. Para bajar peso hay que acudir al origen de causa: saber qué nos llevó a tener esos kilos de más. Si no lo hacemos, no vamos a conseguir el resultado que buscamos, o lo haremos durante muy poco tiempo.
— Te dedicas profesionalmente a asesorar, es decir era una coach, donde abordas todos estos temas, ¿Cómo es una sesión con Bea Food Coach?
Siempre tengo un objetivo en mente: aportar las claves para entender que la dieta, por sí misma, no es la solución, es un parche a un problema de peso. Y esto me permite trabajar sobre todos los mecanismos que permitan a mis clientes a que se puedan responsabilizar de su propio bienestar.
Esto lo hago en sesiones bilaterales, en presencial o por videoconferencia. Pero también a través de charlas, talleres, en mi canal de Instagram, ahora con el libro.
Trato de tener múltiples canales de comunicación y acceso para transferir todo ese conocimiento y experiencia tras muchos años de trabajo. Y que, sobre todo, he probado conmigo misma. Yo tuve muchos problemas de salud y sólo cuando conecté todas estas piezas del puzzle pude cambiar, casi radicalmente, mi nivel de bienestar.
En las sesiones de trabajo, me gusta valorar las necesidades específicas de cada persona y trabajar desde el punto donde se encuentran. No todo vale para todo el mundo, porque cada uno de nosotros tenemos nuestras propias necesidades, problemas que resolver y, en definitiva, es un proceso de conocimiento que es crítico para conseguir resultados.
Además de aportar conocimientos, y sesiones de coaching, enseño a cocinar de forma fácil, saludable y asegurándome que encuentran placer en lo que comen. Sin placer por comer, por hacerlo de forma saludable, consciente y conectados con nuestras emociones, cualquier cambio que hagamos no se sostendrá en el tiempo.
—¿Qué importancia le das a los hábitos y cómo se construyen?
Incorporar a nuestra vida hábitos que apoyen el lugar donde proyectamos querer estar es clave. Y, por supuesto, los hábitos alimentarios y de cuidado emocional son estratégicos.
Pero también necesitamos desaprender hábitos que hemos practicado durante años, o toda la vida. Hacerse consciente de los nuevos hábitos, repetirlos, aprehenderlos, requiere de mucha repetición, ir poco a poco, comprometernos, fijar metas asumibles, pero que nos reten.
Cada vez que conseguimos alcanzar pequeños logros, estamos creando en nuestro cerebro una sensación de capacidad y superación. Y nos predispone positivamente a seguir avanzando y creando nuevos hábitos
—Una cita de tu libro que creas puede resumir su contenido.
“La clave de la verdadera felicidad es el conocimiento de uno mismo”.
—¿Por qué diste el paso a formarte y trabajar a tiempo completo asesorar a personas en sus procesos integrales de alimentación y gestión de emociones?
Te decía antes que parte de lo que explico en el libro, o con mis clientes, antes han nacido y se han experimentado en mis propios desafíos. Cuando tocamos fondo, asumimos que nuestra vida tiene que dar un giro, que se acabó, que hay que tomar las riendas; cuando eso ocurre, en mi caso responsabilizándome de mi salud, todo cambió. Empecé a buscar respuestas a mis problemas de salud. Entre otras cosas, a mis migrañas crónicas.
Teniendo en cuenta que hay que valorar cada caso concreto, un alto porcentaje de las enfermedades, en el origen, las desencadenan nuestro nivel de estrés y, en general, nuestro estilo de vida fast, y que desencadena en una alimentación poco equilibrada, descanso muy deficiente y, en general, dejamos de escuchar a nuestro cuerpo y a nuestras emociones.
Darle un giro total a mi vida, sin migrañas, con una energía que nunca había tenido antes. Y tener buenas digestiones siempre. Me llevó a dar el paso de seguir mi pasión: crear y compartir conciencia respecto a la gran importancia que tiene un cambio de alimentación e incorporar unos buenos hábitos en nuestra vida.
—Muchos adolescentes tienen problemas de trastornos de alimentación. ¿Cómo abordar estos problemas, si es que se puede, desde que somos niños?
Para que los niños estén bien, los padres tenemos que estar bien, y la mejor forma de educar es sin duda con el ejemplo. Cuando desarrollamos un nivel de consciencia entorno a las decisiones que tomamos cada día en nuestra vida, esto se ve reflejado también en nuestros hijos.
Por lo tanto, cuanto antes nos eduquemos como adultos en temas relacionados con la importancia de unos buenos hábitos y una alimentación adecuada, antes veremos en nuestros hijos los efectos de una buena relación con la alimentación. Esto pasa por transmitirles la importancia de respetar sus necesidades reales de hambre y saciedad en cada momento poniendo el foco en su bienestar y energía, y nunca en la imagen.
Educarnos y educar a nuestros hijos desde niños en una buena gestión emocional que no conecten con la comida, y ofrecerles una buena alimentación rica en nutrientes que disfrute toda la familia, evitará muchos casos trastornos de la conducta alimentaria que suelen despuntar en la etapa de la adolescencia
—¿Cuál es principal mito que aún está muy extendido en el ámbito de la nutrición?
¡Hay tantos, Javi! Me animo con algunos.
- El desayuno es la comida más importante del día,
- comprar productos light para bajar peso,
- saltarse comidas por compensar,
- la fruta engorda,
- el ayuno es peligroso,
- hay que comer cinco veces al día…
- y tantos más!
—¿De qué coachee tienes un recuerdo especial y por qué —manteniendo el anonimato?
Los que nos dedicamos a esto solemos recordar y alegrarnos de los éxitos. Yo he vivido en mis coachees verdaderas transformaciones que, por supuesto, me dan mucha satisfacción. Pero guardo con especial cariño tres casos concretos, de más de 20 sesiones cada una, que no se daban por vencidas.
Me conmueven las personas que no se rinden, y que a pesar del gran esfuerzo y las lágrimas que vivimos en el proceso, confiaron y siempre volvían a intentarlo.
Hay casos más complicados, pero después de un trabajo profundo como estos casos los cambios no se resisten. Al final se van abriendo a un cambio en su estilo de vida gracias a un aprendizaje que van asumiendo poco a poco, sobre todo en la conexión de las emociones con nuestra alimentación. Este aprendizaje, como cualquier otro, requiere atención y cuidar el piloto automático que llevamos de serie. Pero el esfuerzo siempre trae recompensas, y cuando las vas logrando, por pequeñas que sean, no hay camino atrás.
Puedo decir, sin dudarlo, que mi trabajo es gratificante.
—En Sintetia nos leen muchas personas del ámbito de la empresa. Nos dedicamos a formarnos en muchas cosas pero, ¿crees que una formación en ‘hambre emocional’ nos puede ayudar a mejorar nuestra productividad personal, y satisfacción en el trabajo?
Absolutamente. La productividad siempre es más alta en la medida que somos capaces de vivir alineados con nuestras expectativas, con nuestros valores, cuando nos conocemos mejor y, en definitiva, cuando llevamos el timón de nuestra mente.
La gestión del estrés, de una forma integral —y que incluye cómo nos alimentamos— es crítico para la calidad y salud laboral. Un cambio en la gestión en nuestras emociones en los entornos laboral, del estrés, cómo nos alimentamos y, en general, la forma de auto-cuidarnos en contextos exigentes, es absolutamente determinante para mejorar nuestro rendimiento y, en general, nuestra felicidad, porque pasamos muchas horas trabajando.