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El cambio de mando presidencial en el Uruguay tuvo, este sábado, todo lo que cabía esperar de una de las pocas «democracias plenas» del mundo: ancianos expresidentes de distintos partidos conversando amistosamente, abrazos, regalos y gestos de cordialidad entre el mandatario saliente y el entrante, y una celebración callejera de los votantes del Frente Amplio sin incidentes.

Sucediendo a Luis Lacalle Pou, de centroderecha, Yamandú Orsi inició un Gobierno del cual se espera que en estos próximos cinco años mueva levemente el eje político hacia la centroizquierda.

  • Orsi es un profesor de Historia de 57 años que tiene el antecedente de haber gobernado por dos períodos la Intendencia de Canelones, el segundo departamento (provincia) en población y relevancia económica del Uruguay. 

Un estudio de opinión pública citado por el portal El Observador lo definió con una frase que puede entender cualquier argentino: es «el promedio de la uruguayez». Su estilo cercano a la gente -seguirá viviendo en su casa en el balneario Salinas y no en la residencia presidencial- y disposición al diálogo incluso con los adversarios, sumado al apoyo del sector más poderoso dentro de la coalición de izquierda Frente Amplio -el Movimiento de Participación Popular-, fueron el trampolín hasta la Presidencia de la República. 

Sin embargo, Orsi no es un líder consolidado dentro del frenteamplismo, como lo fueron los expresidentes Tabaré Vázquez (2005-2010 y 2015-2020) y José Mujica (2010-2015).

Tapa de "El País" de Uruguay.
Tapa de «El País» de Uruguay.

Según la encuestadora Cifra, el nuevo mandatario asumió con 62% de «simpatía» entre la población, 21% de rechazo y 17% que no tiene postura. 

cifra
Según la encuestadora Cifra, el nuevo mandatario asumió con 62% de «simpatía» entre la población, 21% de rechazo y 17% que no tiene postura. 

El análisis de la consultora indica que Orsi tomó el mando «con un fuerte capital personal, su popularidad, y con el antecedente de unos meses de preparación del nuevo Gobierno que son bien evaluados por la mayoría de la población». 

Y compara, sin nombrarla, con la Argentina de Javier Milei: «Al revés de lo que piden los votantes en otros países, aquí (al menos por ahora) no se pide ‘la motosierra’, y la gran mayoría de la población prefiere cambios incrementales. En un país que valora la estabilidad, probablemente lo que sucede en otros lados refuerza el miedo al cambio. La tarea que tiene por delante el nuevo gobierno es difícil, porque la población demanda mejoras -en seguridad, en las fuentes de trabajo—pero no quiere reformas que modifiquen mucho lo que ya hay». 

Cifra entiende que la conformación del recién instalado Parlamento, donde ningún partido tiene el control de ambas cámaras, «probablemente ayuda en ese sentido. Todo lo que haga el nuevo Gobierno deberá ser negociado», y en general «lo que se negocia es «el camino del medio».

Las prioridades del Uruguay de Orsi

En su discurso ante el Parlamento al ser investido, el nuevo presidente destacó la «acumulación positiva» que le permitió en las últimas décadas al país afianzar su democracia y tener una economía estable. Como si no hubiera dudas sobre su actitud dispuesta al diálogo, este domingo, las portadas de El País y El Observador fueron casi un calco, destacando ambos el gesto de «mano tendida» de Orsi. 

Las prioridades del nuevo Gobierno oriental serán contener la delincuencia, mientras las bandas narco están infectando algunos barrios, así como bajar los niveles de pobreza infantil.  

observador
Un estudio de opinión pública citado por el portal El Observador lo definió con una frase que puede entender cualquier argentino: es «el promedio de la uruguayez». 

En lo económico, la nueva administración ha ratificado el compromiso con la estabilidad macroeconómica, si bien se espera que destine más recursos en áreas sociales aunque con la restricción de un déficit fiscal anual que ronda el 4% del Producto Interno Bruto. 

Orsi nombró como su ministro de Economía a Gabriel Oddone, un reconocido economista y exconsultor de empresas autodefinido como socialdemócrata o liberal de izquierda que, sin capital político propio, deberá convivir en el mismo gabinete con comunistas y socialistas proclives, por ejemplo, a gravar con más impuestos al «gran capital». 

Oddone ha dicho que promoverá medidas de «desburocratización» y apertura de ciertos mercados para que la economía uruguaya supere las magras tasas de crecimiento promedio de la última década, cercanas al 1% anual-, y que apuesta a «fortalecer el sistema de protección social».

En materia de relacionamiento externo, el nuevo Gobierno del Uruguay se proclama como pragmático, sin anteojeras ideológicas y con Brasil como un aliado estratégico en la región. Orsi y el presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, se han reunido varias veces en los últimos meses.

Mientras Milei se muestra proclive a negociar acuerdos comerciales con Estados Unidos, la estrategia del nuevo Gobierno uruguayo «es mantener la misma orientación» que ha tenido el país en los últimos 20 años, que «esencialmente es: seguir en el perímetro del Mercosur, pero, al mismo tiempo, tratando de lograr que el Mercosur se vuelva más flexible o nosotros jugar en el borde del reglamento», sostuvo Oddone en declaraciones a la revista Búsqueda publicadas en setiembre. 



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